Dólar Ahorro, será que el ahorrista no lo quiere?,  la venta «legal» llamada dólares ahorro sigue en baja, pese a versiones de una nueva devaluación

La ventanilla oficial reabrió en enero. Pasados cuatro meses, la demanda sigue tranquila y lejos está de asustar al Gobierno. Sin embargo, uno de los pocos motivos de calma podría llegar a ponerse en riesgo como consecuencia de una pérdida de control sobre el dólar blue.

Una fuga de apenas u$s 620 millones hubiese sonado como la más maravillosa música en los oídos de Cristina Kirchner y de sus funcionarios, en octubre de 2011.

En ese momento, entremezclada con la alegría por la reelección, se prendían las luces de alarma en el Gobierno.

No era para menos, cada mes se evaporan unos u$s 3.000 millones, ante una inflación que no daba tregua y un dólar ahorro que se percibía barato para los ahorristas. A fin de cuentas, era una de las pocas cosas que no aumentaban en la Argentina al ritmo de los otros bienes.

Así las cosas, el atraso cambiario derivó finalmente en la creación del «cepo» como medida desesperada del Ejecutivo por reducir la masiva salida de dólares.

Es por eso que, en estos días, uno de los grandes motivos de festejo en el estresado equipo de Axel Kicillof es el hecho de que, desde fines de enero hasta la primera quincena de mayo -es decir, en casi cuatro meses- la totalidad de dólares «legales» demandados por el público minorista fuera de tan solo u$s 620 millones (ver cuadro).

Los más entusiastas en el equipo económico interpretan que este comportamiento del público está evidenciando una mayor credibilidad en la capacidad del Gobierno por mantener la economía estabilizada.

Lo irónico de esta situación es que durante dos años se argumentó, desde la administración K, que el fustigado «cepo» era una necesidad imperiosa, ya que esa fuga competía con el uso de dólares para motorizar la industria y para que el Estado pudiera cumplir con sus obligaciones financieras.

Una apertura, se explicaba, sería difícil mientras existiera una cultura dolarizada, a la que se intentaba doblegar.

Por eso sorprendió tanto, en enero pasado -justo en plena conmoción por la devaluación y por la acelerada caída de las reservas del Banco Central- que se anunciara la reapertura de una «ventanilla legal» para favorecer el ahorro, con un criterio explícito de aprobación por parte de la AFIP.

No sólo era la aceptación tácita de que la «cruzada pesificadora» había fallado, sino que además ponía una nota de duda sobre si no se estaría reabriendo esa posibilidad justo en el peor momento.

Era una situación curiosa escuchar cómo los economistas que siempre habían criticado al «cepo», advertían que no era el momento para implementar esa medida, porque las reservas del Banco Central podrían sufrir un embate todavía peor que el que se venía registrando.

En ese entonces, los pronósticos de los analistas más influyentes, como Alfonso Prat Gay, eran que la demanda podía llegar a unos u$s 500 millones por mes.

La explosión que no fue

Sorprende constatar ahora que, en el mes de mayor solicitud de divisas (febrero) el público haya comprado apenas u$167 millones y que, desde ese entonces, la demanda haya ido en caída. Incluso en instancias de aumentos estacionales, como los días previos a la Semana Santa.

Es así que surge uno de las grandes interrogantes del momento: ¿por qué el ahorrista no compra una mayor cantidad de dólares, ahora que tiene la posibilidad legal de hacerlo, si todos los días escucha en los medios que el tipo de cambio a poco más de $8 ya luce nuevamente atrasado?

A fin de cuentas, durante mucho tiempo, la explicación que los economistas daban para justificar las grandes adquisiciones por parte del público era de ese estilo: el abaratamiento relativo de la divisa.

En otras palabras, que si todos los precios corrían más rápido que el billete verde, entonces éste se tornaba atractivo para la gente, porque lo percibía «barato» y su «memoria histórica» le decía que en algún momento llegaría una corrección.

En contraste con esta suposición, luego de un cuatrimestre con una inflación de 12% (o del 16% si se considera el índice del Congreso) no se observa una demanda fuerte de billetes.

Entre el salario bajo y las tasas altas

¿Habrá que concluir entonces que para el público los analistas están equivocados y que el Gobierno tiene razón cuando afirma que el tipo de cambio actual está en equilibrio?

La respuesta de los analistas es que no hay que sacar conclusiones apresuradas de los datos aportados por la AFIP. Y que el hecho de que la demanda de divisas para el ahorro esté acotada, no necesariamente implica que haya una percepción de estabilidad por parte del público.

«En realidad, el motivo fundamental de esta situación fue la caída del salario real. Entre febrero y abril, prácticamente no hubo ajustes salariales, porque las paritarias se estaban negociando, y precisamente durante ese período la inflación fue muy alta. De manera que la poca demanda de dólares coincide con un momento de bajo poder adquisitivo», destaca Diego Giacomini, economista jefe de la consultora Economía & Regiones.

Y apunta, además, que hay un sector del público que valora el dólar oficial cuanto mayor sea su brecha con el blue. Y que, en consecuencia, no se acerca a la ventanilla que habilitó el Gobierno si no tiene un fuerte incentivo en el precio.

«Con un dólar oficial que, después de sumar el recargo del 20%, se ubicaba en $9,60, no parecía que la compra fuera un gran negocio. De manera que quienes temían quedar expuestos ante la AFIP, tenían mayores incentivos para seguir en el blue», agrega.

Y es aquí donde entra a jugar otro factor que muchos consideran fundamental: si bajó el tipo de cambio paralelo y, además, los ahorristas prefirieron tener sus fondos colocados a plazos fijos en pesos fue gracias a la política de tasas que implementó Juan Carlos Fábrega desde el Banco Central.

«El que tenía capacidad de ahorro se sintió atraído por la suba de los tipos de interés de estos últimos meses. Lo valoró más que la posibilidad de comprar una divisa que se percibía como estable», apunta Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma.

Y destaca otro factor estacional: «Estamos en un momento del año en el cual se producen los vencimientos del impuesto a las Ganancias y Bienes Personales. También esto influye en la disminución del poder de compra».

En tanto, su colega Milagros Gismondi, analista de la consultora Empiria, cree que lo que reflejan las estadísticas de compra es que el Gobierno tuvo un éxito de corto plazo en cuanto a calmar las expectativas de devaluación.

«Para el público informado, aquel que coteja las opciones del mercado financiero, surgió la posibilidad de hacer una ganancia real en dólares por la vía de colocar el dinero en plazos fijos», señala la economista.
Y agrega que en el caso del ahorrista común, «que no está familiarizado con los mercados, y que actúa de manera reactiva ante la coyuntura, lo importante fue el hecho de ver un precio estable».

¿Llega el punto de inflexión?

Lo que se lee entrelíneas es que el comportamiento del público podría cambiar en el corto plazo.

Es que todos los factores que los expertos señalan como explicación para la relativa calma, en la demanda son pasibles de modificarse.

1. Para empezar, el poder adquisitivo. Ya en mayo, la mayoría de los asalariados cobró sus haberes con una mejora y en junio recibirá el medio aguinaldo. El Gobierno espera que este «efecto riqueza» impulse el consumo, pero lo cierto es que también existe la posibilidad de que una parte vaya a la compra de billetes.

2. Las tasas de interés han bajado en las últimas semanas, cuando el Banco Central revisó su política, y todo el sistema financiero tiene una fuerte presión para reducir los intereses que se cobran por los créditos. En consecuencia, es factible esperar que el atractivo de las tasas empiece a reducirse: ya en el entorno del 23% -frente a una inflación que todavía se sitúa bien por encima del 30% anual- la perspectiva de que los ahorristas mantengan sus depósitos en pesos empieza a complicarse.

3. El tipo de cambio oficial retornó su camino de subas escalonadas, tras cuatro meses de congelamiento. Casi todos los días, los argentinos escuchan a los analistas más renombrados explicar cómo en la segunda mitad del año volverán a escasear los dólares por el agotamiento del «efecto soja».

4. La consecuencia del punto anterior es que, al percibir un movimiento ascendente continuo, el «premio» por comprar billetes verdes será más alto.

5. Finalmente, el movimiento que está teniendo el blue en los últimos días -que expandió su brecha nuevamente hasta un nivel de 50% y ya volvió a ser más caro que el «dólar turista»- le confiere un mayor atractivo. El «descuento» percibido se torna, otra vez, interesante para quien acuda a la ventanilla oficial.

En definitiva, el escaso «apetito» por dólares que se ha visto en estos últimos meses ha sido una consecuencia directa de la estabilidad.

«Mientras la gente vea que hay calma cambiaria y no se asuste, no va a ir a pedir divisas y va a seguir consumiendo. De hecho, la gran escapada del blue en enero fue porque se temía una escalada, y cuando se vio que eso no ocurría, entonces el paralelo bajó. Ahora, por el exceso de pesos circulantes está volviendo el riesgo de inestabilidad», argumenta Gismondi.

¿Significa esto que en los próximos meses aumentará la compra de los ahorristas, poniendo un elemento adicional de presión al sufrido Fábrega en su intento por recomponer reservas?

Es una de las grandes preguntas que se irán develando. Por lo pronto, julio será un momento de test, ya que las vacaciones de invierno marcarán la vuelta de un período de alta demanda estacional.

En principio, los analistas creen que no hay motivos para que haya una corrida, si bien destacan que todo dependerá de las señales que se envíen desde el Ejecutivo.

Y, como tantas veces, el termómetro de la desconfianza puede verse reflejado en una suba abrupta del billete paralelo.

«El alza del blue es por el aumento de la liquidez y la caída de las tasas de interés. Es la sospecha de que Kicillof está forzando al Banco Central a moderar la recesión, porque ya tuvimos cinco semanas de tranquilidad cambiaria», argumenta Javier González Fraga, uno de los economistas más escuchados por los empresarios y por el mercado financiero.

«Sin dudas, si mañana suben las tasas nuevamente o absorben 15.000 millones de pesos del mercado, entonces la divisa informal volverá a bajar. Es un delicado equilibrio, difícil de lograr, porque la economía no puede seguir en estanflación: o caemos del lado de la recesión o vamos hacia un escenario de inflación acelerada», agrega el ex titular del Central.

Lo que falta

Queda claro que, aun cuando las compras de dólares siguieran mostrando las cifras relativamente reducidas de hoy, lo que los analistas destacan es que no debe sacarse la conclusión apresurada de que esto es, de por sí, un indicador de que el público considera correcta la actual cotización y que prevé que seguirá estable.

Ocurre que hay otras señales de desconfianza, entre las cuales puede destacarse como la más contundente el continuo desplome del mercado inmobiliario, donde la actividad está casi un 30% por debajo de la del año pasado, según la encuesta de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa.

Esto deja en evidencia que la apertura parcial del «cepo» no llega a satisfacer el deseo de dólares como moneda de cambio, para lo cual sería necesario que se permitiera dolarizar stocks de pesos ahorrados y no solamente un porcentaje del salario.

Como afirma Orlando Ferreres, uno de los economistas más influyentes: «La verdad es que hoy no se puede comprar libremente, porque se sigue requiriendo autorización previa para atesorar y no se puede importar, salvo de a cuentagotas».
Y concluye: «El hecho es que si el Gobierno permitiera adquirir dólares libremente a la cotización actual, el Banco Central se queda sin reservas en dos meses».