Por la desaceleración económica y el estancamiento del empleo, el temor a quedar sin trabajo subió dos puntos durante el año pasado, del 24,1 al 26,1% de la población en condiciones de trabajar. Así señala el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina) que se difundió días pasados.

Se descuenta que esa proporción es ahora mayor porque la desaceleración de la actividad productiva, agravada por la caída del consumo y la inversión, se transformaron en recesión.

Y se acrecentaron los recortes de horas extras y las suspensiones mientras en varios sectores, como la industria automotriz y la construcción, hubo pérdida de puestos de trabajo.

El Informe de la UCA señala que “las mujeres, los jóvenes y los trabajadores con secundario incompleto presentan una situación laboral más inestable”.

A su vez, la posibilidad de que los jóvenes se inserten en un empleo pleno de derechos es 20% menor a la de los adultos: “Los jóvenes t ienen el triple de posibilidades encontrarse desocupados en comparación con los adultos”, advierte.

Por su parte “el nivel educativo marca las diferencias más profundas”. Así, alcanzar el pleno empleo en trabajadores que no completaron el secundario es la mitad de la que se registran entre quienes sí lo completaron”.

Y nuevamente tienen mayores chances (50% aproximadamente) de riesgo de desempleo quienes no poseen secundario completo.

El Informe destaca la precarización laboral que se produce en mayor medida en las actividades informales y entre los trabajadores de menor calificación, como sucede en la construcción.

La precarización ha crecido y pasa a tener características más severas cuando disminuye la actividad económica porque se amplia el universo de trabajadores afectados, formales o informales, y se extiende a pequeños comerciantes e industriales y a contratistas y subcontratistas, como sucede en la construcción. Ese sector junto con el automotriz son los más golpeados.

El Estudio de la UCA señala que “en 2013, la incidencia del desempleo y del riesgo de desempleo se incrementaron”, al comparar la situación laboral de trabajadores informales con los que pertenecen a actividades formales y profesionales.

También, que “el menor porcentaje de riesgo de desempleo se registró en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El mayor, en el resto urbano del interior”. Y afectó en mayor medida a “las mujeres, los jóvenes y los trabajadores menos calificados”.

Sin embargo, una de las ramas más afectadas por la recesión, la industria automotriz y el sector de autopartes, está compuesta de trabajadores y profesionales calificados formales donde se acrecentó el desempleo y el riesgo de quedar sin trabajo.

Además, la persistencia de una situación de crisis termina por golpear también a los cuadros jerárquicos, primero a través de recortes de premios o incentivos, y luego con ajustes que llevan el riesgo de las cesantías.

Por eso, las suspensiones en las terminales y las cesantías y conflictos en varias autopartistas volvieron a replantear la “defensa de la fuente de trabajo” o “la prohibición de los despidos” como reclamos de los trabajadores afectados, algo poco frecuente en 2012 o 2013.

El riesgo de quedar sin trabajo no solo afecta el ingreso del trabajador sino otros beneficios no menores y somete a todo el grupo familiar a una situación de incertidumbre y de “ansiedad” por las pocas chances de encontrar otro empleo debido al contexto recesivo.

Implica, entre otros, “ la discontinuidad de aportes al Sistema de Seguridad Social”, lo que castiga más a los trabajadores de mayor edad.

También lleva a la pérdida de la cobertura de la obra social o prepaga “corporativa” de todo el grupo familiar, con particular impacto entre los empleados con chicos o trabajadores adultos.

Además, lleva a “la ruptura del ciclo de capacitación” y a la “pérdida de la antigüedad laboral”, que no se recuperan de encontrar eventualmente otro empleo.