Pese al fin del cepo, los arbolitos siguen existiendo. Basta caminar por Florida o por Lavalle para verlos. Eso sí: son menos que antes.

Héctor López Moreno, presidente de la Asociación Amigos de la Calle Florida, había contabilizado 250 hace un año, antes del fin del cepo. Hoy, según sus cálculos, quedaron 100, aunque los fines de semana se suma un 30% más. Donde más se los puede ver es en los 100 metros de Florida que separan a Mitre de Perón. López Moreno quiso contarlos, pero la tarea no fue nada fácil: tuvo que estar diez minutos, porque encontró muchas «paradas». Algunos la tienen sobre el margen derecho, otros sobre el izquierdo, y otros dos sobre el centro de la peatonal. Unos mirando hacia el lado de Corrientes y otros con la vista fija en los transeúntes que vienen desde Rivadavia: 22 en total en esos 100 metros.

Los clientes son los turistas, los oficinistas que no quieren dejar rastros en el banco y hasta famosos, como alguno que pasó por Gran Hermano. Todos quieren aprovechar un mejor tipo de cambio, ya que para vender dólares pagan 30 centavos más que en el banco, lo mismo si se quiere comprar euros o reales.

Claro que la clave reside en el arte del regateo, porque si uno va directo a cambiar, sin antes preguntar el precio, aumentarán el valor, porque siempre dejan un margen para poder bajar el precio.

Capital inicial: $ 20.000

La novedad es que, con el menor volumen de negocios, muchos se independizaron: con $ 20.000 de capital inicial ya se ponen a trabajar, aunque hay quienes se arriesgan con la mitad, y hacen chiquitaje, mientras la ganancia pasa a engrosar el capital. A eso hay que restarle el «peaje» de u$s 200 mensuales que deben pagar para poder estar, o de u$s 300 en las zonas más calientes, como Florida y Corrientes. «Yo ya llevo 40 años, así que no pago más, ya pagué toda la vida, ya me considero vitalicio», dice uno de los que peina canas y tiene su clientela fija.

Eso sí, no acepta «chorros», que siempre aparecen para cambiar, como los trapitos que abrieron un auto y encontraron dólares que los cambiaron con arbolitos. Perdón, con arbolitos no, con cambistas, como les gusta que los denominen, que vendría a ser un eslabón superior en la cadena de montaje. Por eso, si va a tratar con uno de ellos, no lo llame arbolito, sino cambista. «El 30% son mujeres, ya que por lo general generan más confianza que el hombre», advierte López Moreno, quien los ha visto los fines de semana en San Telmo y hasta por el Mercado de Frutos del Tigre.

Quienes están por Lavalle y Florida, suelen comprar dólares en la semana para «descargarlos» (venderlos) el fin de semana para quienes los necesitan para viajar a Uruguay. Como los sábados y domingos los bancos están cerrados, no tienen competencia. Para hacer la operación, los llevan a galerías o a locales de ropa. Incluso, varias veces, los turistas se tientan y terminan comprando algo en ese negocio.

También convive el «dólar flower»: en una florería del microcentro hay alguien voceando, pero no grita «jazmines, rosas, claveles», sino «dólares, euros, reales. Casa de cambio. Pago más».
Otra de las opciones es el «dólar kiosco». La protagonista de la escena que comprobó este diario es una arbolita de unos cincuenta y pico de años, con look de ama de casa. «¿Querés comprar u$s 500? Lo hacemos ya mismo: hacé la fila en el kiosco de diarios de enfrente y pasás adentro; ahí tenés una mesa donde contar los billetes con tranquilidad, sin que nadie te vea. Luego te damos nuestra tarjeta, así ya tenés el teléfono. Esto el sábado explota: se llena de turistas haciendo fila», revela la cambista, en plena Florida.

Al igual que ella, había varios arbolitos rodeando al kiosco, tanto a la derecha, a la izquierda, adelante y atrás, voceando la palabra «casa de cambio». La característica del puesto de diarios es que, justamente, no se veía ningún diario, sino muchos posters, pins, llaveros y banderines colgando desde arriba, de modo de tapar por completo la parte de atrás, donde se lo suele ver al diariero. Incluso, si uno se detenía frente al kiosco, se podía ver perfectamente al cliente contando los billetes. De todas formas, dentro del kiosco tienen máquina contadora de billetes y detector de billetes falsos.

En el subsuelo de una galería de Florida hay una agencia de turismo, con una pequeña fila de gente esperando su turno. Nadie quiere reservar ningún paquete para irse de vacaciones, sino para adquirir divisas.