Los plazos fijos privados, tanto en pesos como en dólares, crecieron en abril un 8,6%. Nunca antes desde la convertibilidad hasta la fecha habían tenido un crecimiento similar, según se desprende de los datos del Banco Central (BCRA). Pero lo que en otros países podría tomarse como un síntoma de estabilidad, advierten los economistas, en la Argentina es reflejo de la fuerte especulación financiera que genera la previsión -al menos hasta las elecciones- de un tipo de cambio fijo y, al mismo tiempo, de tasas de interés en pesos que, medidas en moneda dura, ofrecen uno de los retornos más altos del mundo.

De acuerdo con los datos publicados por el BCRA, los plazos fijos privados treparon el mes pasado en $ 30.908 millones, hasta los 391.414 millones. En términos nominales, es el crecimiento mensual más alto de toda la década kirchnerista. Pero medida en términos porcentuales, la de abril también es la variación más alta desde, por lo menos, enero de 2003. «El fenómeno surge de la combinación de una tasa de interés atractiva con pocas opciones de inversión, tanto en el caso de empresas como de individuos», dice Francisco Gismondi, economista de Empiria Consultores. «También, por el mayor gasto público, aumentó la liquidez ya que el Gobierno está volcando más plata a la calle», agrega.

Los pesos en circulación crecieron el mes pasado a 33% interanual, informó el BCRA. Sólo en abril la base monetaria se expandió en 28.738 millones de pesos.

Pero pese a la superliquidez que hay en el sistema, la regulación que impuso a fines de 2014 el BCRA hace que las tasas de interés que pagan los bancos por sus depósitos sean mucho más altas que en otros momentos. Hoy, las entidades financieras están convalidando tasas en torno a 20,5% anual por sus plazos fijos en pesos a 30 días. Y considerando que el tipo de cambio se depreció en abril a una tasa anualizada de poco más de 8%, las tasas que pagan las entidades financieras a sus depositantes privados se traducen en rendimientos anuales en dólares de al menos 12,5 por ciento.

Para los inversores institucionales, que tienen prácticamente vedado el acceso al mercado de cambios oficial, los plazos fijos en pesos se transformaron de hecho en una de las pocas alternativas de inversión de bajo riesgo en el corto plazo.

Más aún en abril, después de que a través del BCRA y de la Comisión Nacional de Valores (CNV) el Gobierno intensificara las presiones en el sistema para restringir la operatoria de «dólar Bolsa», como se conoce en la jerga financiera la dolarización de carteras a través de la compraventa de bonos y acciones. Si bien se trata de una operatoria legal, las autoridades vienen haciendo informalmente lo imposible por acotarla.

«A nivel institucional [en la constitución de plazos fijos] juegan fuerte las restricciones cada vez más importantes para la compra de dólar Bolsa», dice Pablo Curat, socio del Estudio Curat, Martínez Larrea & Asociados. «Y teniendo en cuenta la estabilidad cambiaria, la ganancia en moneda dura es importante.»

Ni en 2011, año en el que también el Gobierno mantuvo el tipo de cambio casi fijo en los meses previos a la elección presidencial de octubre, los plazos fijos registraron variaciones mensuales tan fuertes.

Por un lado, coinciden los economistas, en ese entonces no existía el cepo cambiario (recién se estableció una vez confirmada la victoria de Cristina Kirchner en las urnas, el último día de octubre de aquel año), por lo que muchos ahorristas volcaban sus pesos excedentes al dólar.

Pero, además, las tasas de interés en pesos eran entonces bastante más bajas que las actuales, por lo que incluso medidas en dólares no resultaban tan rendidoras como ahora.

«La tasa era más negativa y las perspectivas de estabilidad cambiaria no eran tan claras como ahora, con lo cual había un incentivo, pero era menor», asevera Curat. «Ahora hay una clara señal del Gobierno de que habrá estabilidad cambiaria, a través del mercado de dólar contado y el de futuros.»

Pero el negocio no parecería ser eterno. En la City, no pocos gestores de grandes fondos coinciden en que la estabilidad del mercado de pesos se pondrá a prueba en agosto, mes en el que se desarrollarán las elecciones primarias (las PASO), en las que se terminarán de definir las candidaturas presidenciales de cada partido.

«Muchos tienen previsto hacer plazos fijos hasta junio o julio, como mucho», confió a LA NACION el jefe de la mesa de dinero de un banco internacional, con la condición de no ser identificado. «Hasta entonces es un negocio redondo; después, quién sabe.»

En la misma línea, Curat desliza que «por unos meses» la tendencia de crecimiento de los plazos fijos «puede aguantar». «Probablemente en agosto, con las PASO, va a depender del nivel de tasas, de las perspectivas de quién sube y de qué mensaje transmite», dice.

En gran medida, una vez más, la clave estará en la cotización del dólar y, puntualmente, en las expectativas de devaluación.

«Mientras el dólar esté quieto, parece una opción muy atractiva», dice Gismondi. «Pero no se me ocurre que sea algo que sea para siempre», deslizó.

LAS RAZONES DEL CRECIMIENTO

  • Tasas de interés : Los bancos están convalidando tasas en torno del 20,5% anual por sus plazos fijos en pesos a 30 días
  • Dólar planchado : Las tasas le ganaron claramente al dólar en los últimos meses y se especula que la evolución del tipo de cambio se mantendrá así hasta las elecciones
  • Falta de alternativas : Ante esta perspectiva, los inversores institucionales se vuelcan al plazo fijo como inversión, ante las trabas para operar con el llamado «dólar Bolsa«.