Sin brújula. Los electorados han roto el molde y se perdió el oráculo de las encuestas. Fuerte incertidumbre que incluye a los mercados mundiales

La Bolsa anticipa. Es lo propio de los mercados financieros. El pasado, pisado, su negocio es mirar hacia delante, descontar el mañana a los valores de hoy, y hacerlo antes que nadie. Pero el futuro es incierto, a menudo inescrutable, y los mercados no son infalibles. Que lo diga el brexit que no cotizó como realidad hasta que para sorpresa de casi todos el recuento de votos lo confirmó vencedor. La elección de los EEUU es otra incógnita densa. Solo que más poderosa.

Que la elección corone la campaña más larga de la historia –a juzgar por la extenuante cobertura– ofrece una ventaja. Existe amplia información sobre la sensibilidad de los mercados a las figuras de los contendientes, Hillary Clinton y Donald Trump. Perfiles tan dispares facilitan la lectura. No se sabe quién ganará porque los electorados han roto el molde y se perdió el oráculo de las encuestas. De ahí la fuerte incertidumbre. Pero sí se conocen las reacciones que deparará el desenlace, al menos en su impacto inicial. Como Trump desbarrancó en el debate inaugural, y le dio un espaldarazo a la candidatura de Clinton, se pudieron medir los efectos que acarrearía uno y otro, en condiciones de virtual asepsia. Si gana Trump, Wall Street y las bolsas de Gran Bretaña y Asia caerán entre 10% y 15%, el precio del petróleo se recortará en 4 dólares mientras el peso mexicano se hundirá el 25% y asistiremos a un aumento significativo de la volatilidad esperada. Tal la conclusión “precisa” de Justin Wolfers y Eric Zitzewitz, de la National Bureau of Economic Research (NBER), después de examinar el primer debate presidencial y el “feedback” con los precios de los activos financieros, el 26 de septiembre último. El viraje agónico de la campaña –luego que el FBI reabriera el escándalo de los correos de Hillary Clinton– confirma similares reacciones ante el súbito crecimiento de la intención de voto del republicano.
Causas y efectos

En síntesis, Clinton es compatible con una economía más sólida y Trump se asocia a riesgos más elevados, y persistentes. Tanto es así que no hay prima republicana en Wall Street, barriendo una tradición de preferencia por dicho partido que venía desde las elecciones de 1880. Rige un “descuento Trump” implícito que penalizaría las cotizaciones entre un 9% y un 12%, según Wolfers y Zitzewitz. Como, hasta hace pocas semanas, la Bolsa operó a distancia mínima con respecto a sus máximos históricos, un triunfo de Clinton lucía incorporado en los precios, pero el zigzag a la defensiva de las plazas financieras creó el espacio para que su éxito dispare un “rally” de alivio no despreciable.

Acción y reacción

No obstante, conviene distinguir entre el efecto impacto de un resultado en las urnas y su efecto duradero. Sobre todo tratándose de un shock adverso. El brexit, por caso, deparó una tormenta torrencial, pero efímera. La furia cesó apenas dos ruedas más tarde. Y en las semanas posteriores revirtió en la mayoría de los frentes. ¿Acaso el brexit es irrelevante? No. ¿Agotó ya todos sus efectos? Menos aún. Las consecuencias de peso recién se irán derramando conforme Gran Bretaña y la Unión Europea acuerden las cláusulas específicas del divorcio.

La dinámica de corto plazo del brexit ilustra sobre episodios críticos que están en el radar, aunque se los crea improbables, tan abusivamente llamados cisnes negros que ahora lo que escasean son los cisnes blancos. Primero y principal, son una invitación a un sacudón financiero, y todo temblor violento implica un peligro per se. Con una economía y mercados globales frágiles, las bolsas en la cornisa de altísimas valuaciones y una geopolítica propensa al exabrupto, no conviene hacer olas. Los mercados post-Lehman son proclives al apagón subrepticio. Media docena de episodios de flash crash desde 2010, caídas violentísimas de precios, por fortuna fugaces y hasta ahora siempre reversibles, dan fe. Nadie garantiza que no se contagie un dominó más delicado.

Asociar un triunfo de Trump a una reedición del shock del brexit es natural. Con una diferencia crucial. Quienes quisieron la ruptura con Europa, a la par, tuvieron éxito y se dieron a la fuga. Nigel Farage, el líder del partido independentista, renunció tras conocerse el escrutinio. El brexit fue una derrota del establishment, pero no su remoción. El Partido Conservador sigue a cargo. La primera ministra, Theresa May, hizo campaña por el Sí y gestiona el No. En Londres, los indignados ganaron la pulseada pero no pugnaron por tomar el timón. Trump es otro nivel de audacia. Su agenda populista es solo una parte del problema (que el Congreso podrá mitigar). Más temerario es que cope la Administración con una legión ignota de funcionarios de nula experiencia.

¿Gatillará la Fed una suba de tasas en la reunión de diciembre? Los futuros lo creen con altísima probabilidad, el 75%. Pero la política monetaria es condicional. No habrá aumento si Trump desata un vendaval. Y sí un giro de política en una baldosa. El Banco de Inglaterra, al desayunarse con el brexit, tuvo que bajar las tasas de interés, ampliar la expansión cuantitativa, prometer otra poda de tasas (aún pendiente) y cruzar los dedos. Si los inversores piensan que la Fed izará las tasas con un 75% de probabilidad es porque también creen –con probabilidad igual o mayor– que Clinton ganará la elección.

¿Y qué decir de la Argentina? El Gobierno de Macri tomó partido por los demócratas. Y no sólo al fotografiarse con Hillary en campaña. No hay gradualismo económico, ni germinarán los brotes verdes, sin acceso fluido al crédito externo. ¿Cambiemos? Trump nos devolvería al “modo pausa” en un momento crucial. Hasta la lógica del blanqueo se empañaría. ¿Intercambio de información bancaria? America First. ¿El “rey de la negociación” se sujetará a las reglas?¿O querrá sacar provecho de la ocasión y quedarse con el negocio global de los paraísos fiscales, a manera de apéndice de su proyecto de repatriación de capitales para las empresas de EEUU en el exterior? Habría, pues, que reprogramar el GPS, y hacerlo rápido.