En apenas 12 meses, entre marzo de 2015 y marzo de este año, los argentinos guardaron “en el colchón”, en cajas de seguridad o enviaron al exterior casi US$10.000 millones. De ese total, US$3.811 millones se fueron en el primer trimestre de 2016, de acuerdo a las cifras el INDEC. Y eso que hubo nueve meses de cepo.

Con estos números, los argentinos tienen fuera del sistema financiero la friolera de US$ 199.279 millones, además de otros US$10.000 millones en propiedades, en su gran mayoría declarados. En marzo de 2015 sumaban US$190.640 millones y equivalen a más de 6 veces las reservas brutas del Banco Central. Justamente el nuevo blanqueo (ver página 4), como los innumerables anteriores, apunta a que los argentinos formalicen al menos una parte de estos denominados “activos externos” y a que los ingresen al sistema financiero doméstico, con su impacto en la recaudación impositiva y en el circuito económico.

De los datos oficiales surge que en medio de la devaluación del peso, el levantamiento del cepo y los altos rendimientos financieros locales, la salida de capitales no se detuvo y que si bien hubo un aumento de las reservas de US$3.535 millones, la deuda externa –publica y privada–creció más, en US$10.605 millones, totalizando US$163.236 millones. Ese endeudamiento se mantiene, como surge de la constante emisión de Letras del Tesoro y bonos.

De la comparación entre activos argentinos fuera del sistema local y deuda externa, en un seminario realizado en el Banco Central, su titular, Federico Sturzenegger dijo que “el ahorro fuera del sistema financiero argentino nos enfrenta casi a una paradoja: la economía argentina es acreedora neta respecto del resto del mundo, no deudora, como podría pensarse a primera vista”. Y agregó: “el ahorro ‘está ahí’, lo que enfrentamos no es tanto una falta de ahorro de los argentinos, sino una elección sobre en qué ahorrar y dónde hacerlo” y por eso “es necesario recrear las condiciones para que esos ahorros se vuelquen al sistema financiero local, y en moneda local”.

Como balance, Sturzenegger dijo que en Argentina, “la tendencia ha sido a ahorrar en moneda extranjera y fuera del sistema financiero nacional” y por eso “hay quienes dicen que ésta es una característica cultural de la Argentina”. Claro está que esa “cultura” está “alimentada” por la alta inflación y la depreciación y devaluación de la moneda, “plata dulce”, convertibilidad, insolvencias bancarias, “corralitos” y “corralones”.

A fines de 2001, los dólares fuera del sistema rondaban los US$82.000 millones. Por la crisis y el derrumbe de la convertibilidad, al año siguiente ascendieron a US$90.000 millones y a US$98.228 millones en diciembre de 2003.

Con relación a las últimas cifras, en poco más de una década los “activos externos” de los argentinos fuera del sistema doméstico, acrecentados por los rendimientos que pudieron haber obtenido, aumentaron en la friolera de US$100.000 millones. Y con una clara tendencia creciente a partir de 2008, con la crisis internacional que tuvo un impacto negativo en la Argentina.

A fines de 2011, para frenar el drenaje de divisas que en los dos años previos había sido récord (más de US$30.000 millones), el gobierno impuso el “cepo cambiario”, pero la fuga no aflojó porque desde entonces los dólares fuera del sistema siguieron aumentando a través de la venta oficial de “dólares-ahorro”, que luego se volcaban al circuito paralelo del “dólar-blue” y otros mecanismos, paraísos fiscales mediante, que ahora se están ventilando en la Justicia.

Este drenaje de ahorro nacional, que en su mayor parte no está declarado, se financió con los dólares que ingresaron por los excedentes del comercio exterior y con más deuda, mientras de declamaba un falso “desendeudamiento”. Es que también la deuda pública (interna y externa) pegó un fuerte salto: a fines de 2001 el endeudamiento público era de US$141.300 millones. Tras el canje de 2005 bajó a US$125.400 millones y ahora está por arriba de los US$250.000 millones, y en ascenso.

Las reservas del BCRA llegaron a sumar US$52.190 millones a fin de 2010, registrando una deuda externa bruta de US$128.618 millones. En marzo, las reservas eran de US$29.572 millones y la deuda externa, de US$163.236 millones. El balance en poco más de 4 años arroja un descenso de las reservas de US$22.000 millones y un incremento de la deuda externa de US$35.000 millones.