La noticia más esperada por el Gobierno volvió a ser una realidad: el comienzo de la semana financiera confirmó el escenario de paz cambiaria que se había empezado a insinuar sobre el final de la pasada.

En la entidad que comanda Guido Sandleris son cautos. Creen que está más estabilizado pero no cantan victoria. Tampoco quieren que se atrase

Este lunes el dólar volvió a bajar y, de esta manera, se va acercando al piso de la zona de no intervención oficial. «El mercado está más tranquilo y balanceado. Pero no hay que confiarse. Veremos cómo sigue evolucionando», dijo escuetamente un altísimo funcionario del Banco Central a iProfesional.

En la entidad que comanda Guido Sandleris son cautos con los movimientos futuros del dólar. Saben que no están exentos de un empujón alcista si el clima internacional cambia o hay algún «resfriado» que complique la película.

Tampoco si aparece otro nubarrón para la economía argentina como fue el dato de inflación de enero, mayor al estimado por el mercado, que disparó un desarme de posiciones en pesos hacia el dólar. «Fue un reacción propia del mercado que se potenció. Pero ya está más equilibrado, esperemos que siga así», reafirmó la fuente del Central.

En teoría, estiman en pasillos oficiales, la cotización del billete debería estar más tranquila tal como se esperaba para este primer trimestre del año. Después de todo, el BCRA entendió que se había «pasado de vuelta» al convalidar tasas tan bajas, tan rápido.

Un ejemplo de este «aprendizaje» fue lo que pasó este lunes: la entidad licitó Leliq por menos de lo que vencía, por ende expandiendo la base monetaria, pero así y todo le alcanzó para mantener las tasas altas.

De hecho, las subió: pasó de 49,52% a 49,83%. ¿Habrá sondeado el Central que los bancos le estaban pidiendo más tasa y por eso licitó un monto más bajo de lo que tenía que renovar? Pareciera ser el caso.

El dólar mayorista cerró el lunes en $39,05 después de haber pasado parte de la rueda con mínimos en $38,85. «Hubo una recomposición de los precios cuando se conoció que iba a expandir la cantidad de dinero al licitar menos Leliq de lo que vencían. El mensaje es que está cómodo con esta tasa al 50% pero tampoco avalan un dólar mucho más abajo», reflexionó el jefe de una mesa bancaria a iProfesional.

Sandleris no quiere la «flotación» de la semana pasada cuando subió el dólar más rápido de lo deseado pero tampoco un escenario de apreciación. El atraso cambiario es un pecado que el número uno del Central no quiere convalidar.

«Hay temor en el Central a que el dólar se les vaya muy abajo y terminen como (Federico) Sturzenegger. No quieren que por ganar las elecciones este año en 2020 haya una sensación de dólar ‘regalado’ que provoque otra crisis», remarcaba un economista con llegada tanto a Reconquista 266 como a Balcarce 50.

El escenario que gana adeptos tanto en el Central como en el Gobierno sería una vía intermedia. O sea, donde se considera políticamente correcto que se mueva el billete sin generar sobresaltos. En criollo, que suba mensualmente menos que la inflación y que permita al inversor tener una rentabilidad en términos reales por apostar al peso.

«Quieren borrarlo de la tapa de los diarios. Que pase desapercibido. ¿A qué precio pasa eso? No sé. Pero seguro es un valor que no despierte tempranamente una dolarización de portafolios por las elecciones», señaló.

La correlación entre el dólar alto y la confianza del consumidor baja

El deseo oficial de cómo tiene que comportarse la divisa quedó plasmado en un paper de la Jefatura de Gabinete que comanda el intocable Marcos Peña. En la publicación llamada «Carta de Jefatura de Gabinete», que se renueva una vez por semana, hablan de las mejoras económicas que habría empezado a transitar el oficialismo.

Entre lo destacado, según la usina del pensamiento macrista, está el hecho de que ahora «tenemos un tipo de cambio competitivo y estable». Y que esto, sumado a otras cosas, «es el camino para reducir la inflación de manera sostenible y gradual».

Ya no se habla de tipo de cambio «flotante» sino más bien de uno «estable». Traducido: un dólar monitoreado donde si sube más de lo «deseable», el Central pueda subir las tasas y actuar en el mercado de futuros para estabilizar las expectativas devaluatorias.

Después de todo, estos primeros meses del año deberían ser los más tranquilos para el Gobierno en materia cambiaria. Pero la depreciación del peso en lo que va de febrero en torno al 4,5% despertó intranquilidad en pasillos oficiales.

La explicitación de la inflación de enero (2,9%) más alta de lo esperado con un dólar al alza hizo que hubiera rendimientos negativos para todos los inversores a plazo fijo.

Para que no haya salida del peso hacia el dólar, el billete tiene que estar calmo. Además, la tasa le tiene que ganar la carrera al billete verde. Si esa ecuación fracasa, no hay paz cambiaria que se mantenga.

Además, hay un condimento político innegable en la necesidad de que el dólar pase lo más desapercibido posible. Bull Market Brokers proyectó valores probables de la Confianza del Consumidor tomando al dólar como principal variable.

La compañía financiera de la City cree que la confianza (indicador clave de la Universidad Torcuato Di Tella) depende en gran medida de la volatilidad cambiaria y será lo que defina -según las encuestadoras- el éxito o no de las presidenciables de este año para el oficialismo.

Manejan tres escenario probables:

-1) Es el que maneja el gobierno, con una depreciación del dólar que sea la mitad de la inflación, entre 15 y 20%, sin excesos de volatilidad. Es un escenario donde el campo juega un rol fundamental liquidando la cosecha gruesa entre finales de marzo y julio, dejando registro de meses de estabilidad cambiaria para volver a impulsar la confianza del consumidor mediante los ajustes salariales que recomponen poder de compra.

-2) Es el estipulado por el FMI y busca igualar la depreciación cambiaria con la inflación esperada.

-3) Mientras que el último tiene un evento de volatilidad cambiaria durante agosto y septiembre con un exceso de hasta 10% en un mes. Este evento activaría ventas post liquidación del campo por parte del ministerio de Hacienda, estipuladas con el FMI de hasta u$s10.000 millones, lo que hace aparecer a esta situación como extrema y de pocas chances, al menos hasta la segunda vuelta, dando espacio para que llegue a la general sin excesos cambiarios que afecten la confianza.

«Macri llegaría en su mejor momento a las elecciones generales de octubre, y con impulso a partir de agosto. En dos escenarios, 1 y 2, que no contienen un mes de excesiva volatilidad, lograría llegar a la primaria con un nivel de confianza similar a 2017», dice Bull Market.

El hecho de que el Central haya podido domar la suba del dólar de las últimas semanas generó que en los bancos de inversión se empezara a ponderar hacia dónde iría el tipo de cambio.

Uno que se anotó entre los más optimistas fue el Citi. En un paper de la semana pasada ya se jugaban a que el billete se acomodaría en la banda inferior de la zona de no intervención.

«Entendemos que la volatilidad es probable, pero los fundamentos permanecen sólidos en nuestra visión. Como el BCRA no puede vender reservas a menos que el tipo de cambio vaya hasta el final del límite superior de la banda, obviamente hay espacio para la volatilidad», señala el Citi.

Y dice que probablemente aumentará la inestabilidad a medida que nos acerquemos a las elecciones. «Sin embargo, las razones económicas que han hecho que el programa funcione hasta ahora, también como las condiciones iniciales positivas, continuarán», afirman.

En el mercado saben que las herramientas que tiene el Central no son tan poderosas para contener una huida masiva del peso. El ancho de la banda de no intervención (entre piso y techo hay 30%) elimina la opción de vender dólares ante una tormenta.

Sólo tienen la tasa de interés e influir vía los futuros. Pero al final del día, saben que la mejor herramienta es «acotar» el movimiento de la divisa. Por eso en el Gobierno se intranquilizaron cuando hubo un leve repunte por fuera de lo imaginado.

Como en el 2018, el dólar seguirá siendo la madre de todas las batallas. Una que este año el Gobierno está dispuesto a no dejarse ganar.