El viejo dilema del dólar barato: Quién gana y quién pierde
Mientras una parte del empresariado reclama corrección cambiaria, hay sectores beneficiados: el financiero y los importadores salen ganando. En cambio, textiles, electrónica y la industria automotriz, golpeada por la crisis en Brasil, llevan las de perder. La estabilidad del dólar erosionó parte de la competitividad ganada tras la salida del cepo.

El dólar seguirá perdiendo terreno contra la inflación este año y el próximo. La magnitud del atraso cambiario, aunque implica un debate académico, ya rondaría el 15-20%. A esto se suman un mercado interno deprimido, que apenas empieza a mostrar indicios de recuperación, y el externo, con un Brasil recesivo.

Por qué los analistas anticipan que el dólar avanzará lento a pesar de los reclamos industriales y la baja de las tasas y qué sectores logran expandirse en este contexto. El vicepresidente de la Unión Industrial (UIA), Cristiano Rattazzi, sostuvo la semana pasada que el tipo de cambio está «retrasado hace mucho» y que el dólar debería cotizar a $ 17 ó 18, aunque admitió que los empresarios locales trasladarían rápidamente la devaluación del peso a los precios internos y que la competitividad de la industria argentina depende también de factores como la infraestructura, la productividad, la eficiencia y la inversión.

Juan Luis Bour, director y economista jefe de FIEL; Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano; Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina, y Esteban Domecq, director de Invecq, dan su mirada al respecto. La expectativa general es que el dólar rondará los $ 16 para fines de este año y los $ 18-18,5 cuando concluya 2017. Esto implica un 5% de devaluación en el tercer cuatrimestre de este año y 15% para 2017. En este escenario, mientras parte del empresariado reclama la necesidad de una corrección cambiaria, algunos sectores logran expandirse.

El futuro del dólar

A través de sus medidas macro, el Gobierno cambió las expectativas y modificó así la trayectoria del dólar, sostiene Domecq. Por el lado de la oferta, la salida del cepo y la unificación del tipo de cambio, el arreglo con los holdouts, la reactivación del sector agroexportador a través de incentivos fiscales, la obtención de fuentes de financiamiento externas, el impulso de la inversión extranjera y la política monetaria de tasas de interés reales positivas plancharon al dólar. En tanto, la demanda de importadores y de ahorristas hoy no encuentra fuerza. Esto llevó a un atraso cambiario de entre 15 y 20% respecto de un tipo de cambio competitivo, según Invecq.

Según Beker, el atraso cambiario es de 16% si se toma como nivel de equilibrio la cotización del dólar tras la devaluación de diciembre. Para fin de año, el Centro de Estudios de la Nueva Economía, que dirige Beker, prevé un dólar de $ 16, con un atraso cambiario que rondará 20%.

En los últimos meses, el tipo de cambio viene mostrando una gran estabilidad nominal, que se sostuvo, incluso, cuando, a partir de mayo, el Banco Central comenzó a reducir progresivamente las tasas de interés en pesos. «La estabilidad del dólar responde a una demanda de divisas que aún no termina de despegar -la recesión de la economía junto con menores precios internacionales hacen que la compra de divisas por el lado comercial se mantenga aplacada- combinada con un mayor influjo de divisas provenientes de préstamos financieros, fundamentalmente por colocaciones en moneda extranjera del sector público y de algunas grandes empresas cuya liquidación en el mercado cambiario presionan a la baja cotización», explica Sigaut Gravina.

La estabilidad del tipo de cambio oficial en un contexto de alta inflación erosionó buena parte de la ganancia de competitividad conseguida tras la apertura del cepo. El tipo de cambio real multilateral -que considera las monedas y los niveles de precios de los socios comerciales- se encuentra tan sólo 21% por arriba del nivel que heredó la actual administración, cuando había alcanzado una mejora del 38%; es decir: a agosto ya se perdió casi la mitad de la ganancia cambiaria obtenida bajo el actual gobierno, destaca Sigaut.

En los próximos meses, esta tendencia no cambiaría significativamente. «En la medida en que la demanda interna se vaya recuperando, es posible que el tipo de cambio salga del congelamiento de los últimos meses, pero su alza tendrá un techo con el ingreso de capitales del exterior», evalúa el economista de Ecolatina. El blanqueo tendrá un rol clave en las expectativas: si el Gobierno logra una alta adhesión, las presiones a la baja sobre el tipo de cambio podrían afectar el cierre del año.

En el mediano plazo, la desaceleración de la inflación ayudaría a morigerar la tendencia a la apreciación del tipo de cambio real, por lo que el atraso no volvería a los niveles mínimos que alcanzó durante el kirchnerismo, anticipa Sigaut. Además, la reducción de las retenciones a las exportaciones redujo la presión fiscal sobre las ventas externas. De todas formas, «si el sector público (Nación y provincias) sigue financiando su déficit con deuda externa, la tendencia al atraso cambiario persistirá», enfatiza.

Los factores que impulsan una mayor apreciación cambiaria son: la suba del déficit fiscal, que se financia con deuda; el ingreso de capitales asociado al blanqueo; la política monetaria (tasas de interés reales positivas) y la administración del comercio, que limita las importaciones, enumera Bour.

Con respecto al frente fiscal, si bien FIEL no prevé un aumento del gasto público real este año, el déficit está creciendo en pesos constantes -sin el efecto de la inflación- y como porcentaje del PBI. Ese mayor déficit se financia con deuda (ingreso de capitales). «En la medida en que la fuga de capitales no aumente, el escenario favorece una caída del tipo de cambio real», concluye Bour.

Ganadores del dólar barato

En general, los productores de transables (comerciables internacionalmente) se ven perjudicados por el dólar planchado, pero algunos fueron favorecidos por la reducción o eliminación de retenciones a las exportaciones y la importación de insumos. En cambio, en los sectores de no transables (servicios), sigue pesando el contexto local recesivo. Además de la cotización del dólar, otras variables que inciden en la competitividad-precio son las expectativas de inflación, estables pero altas; las expectativas de devaluación post elecciones de 2017; la presión tributaria; la relación salarios-productividad y las tasas de interés.

El sector más beneficiado será el agropecuario pampeano, que este año recibirá una transferencia de ingresos estimada por Beker en u$s 8.000 millones, algo que en parte derramará en la compra de insumos, beneficiando a la industria de maquinaria agrícola, tractores, fertilizantes, herbicidas, etc.

Otros beneficiados con este escenario cambiario son el sector financiero y los importadores que podrán hacerse de dólares baratos, aunque dependerá de la administración del comercio que termine desarrollando el Gobierno, sostiene Domecq. A pesar de la pérdida por el atraso cambiario, la competitividad aún sigue siendo mejor que la previa a la devaluación de diciembre. Más allá del tipo de cambio, la presión tributaria es el principal elemento que le resta competitividad a la economía. La carga fiscal oscila entre 40 y 60% de los productos finales, según estimaciones de Invecq. Para los sectores no transables, el impacto de la contracción de la actividad es el principal factor a mirar para cuidar la rentabilidad de cada negocio.

Sigaut coincide en que, bajo el esquema actual, los sectores transables que no son muy competitivos -la industria y las economías regionales (aunque hay excepciones, ver recuadro)- se verán perjudicados por cierto atraso cambiario. La apuesta del Gobierno para ganar productividad por otras vías (reducción de la presión tributaria; mayor y mejor acceso al crédito y una baja del costo de transporte o logístico), aunque positiva, requiere de un horizonte de mediano plazo para que dé frutos, advierte.

Otros sectores ganadores serán los ligados a la inversión del sector público, como la construcción (infraestructura) y la provisión de energía y servicios públicos, que en los últimos años estuvieron postergados por la distorsión de precios relativos. Además, si mejora el salario real, en 2017, los sectores no transables, como los servicios, también se verían favorecidos por la recuperación de la demanda interna. De cualquier manera, la expansión estaría limitada por la capacidad de crecimiento del empleo: salvo la construcción, los sectores con más probabilidades de recuperación en los próximos años son capital-intensivos, enfatiza el economista de Ecolatina.

¿Plata dulce en 2017?

El atraso cambiario favorece expectativas transitorias de recuperación de actividad vía consumo, lo que seguramente caracterizará a 2017, según FIEL. Otras razones para esperar una moderada recuperación del consumo son: la baja de la inflación, que permitirá recuperar poder de compra de los salarios y las jubilaciones; la reparación histórica a jubilados, que se destinará íntegramente a consumo; más recursos disponibles para las provincias, por la devolución de fondos antes asignados al financiamiento de la ANSES; una mejora del mercado de trabajo (se frenaría el aumento de la desocupación y comenzaría a recuperarse el empleo, que impacta en las expectativas de consumo durable); la caída de la tasa de interés nominal, favoreciendo el acceso al crédito en el margen; y el ingreso de capitales por el blanqueo