Recuperar la industria y mejorar la balanza comercial son objetivos centrales de Trump, y a la administración le preocupa el daño que pueda causar un dólar más fuerte

El secretario del Tesoro de Richard Nixon, John Connally, una vez dijo a sus pares extranjeros que el dólar estadounidense es «nuestra moneda, pero vuestro problema», una franca observación que en general suena sincera. En el gobierno de Donald Trump puede que ya no sea tan simple.

El nuevo presidente norteamericano hereda una tenue pero prolongada expansión económica, una inflación baja pero en crecimiento y un mercado laboral sólido, lo que probablemente lleva a elevadas tasas de interés en los próximos años.

Pero el dólar bien puede ser el mayor desafío económico de Trump. Será más difícil intimidar al vasto mercado cambiario –que mueve diariamente u$s 5 billones– que a los líderes de empresas y opositores políticos.

«De todas las cosas que influyen en el comportamiento de una moneda, las opiniones de un alto funcionario no están entre las diez principales», dijo Marc Chandler, director de estrategia cambiaria en Brown Brothers Harriman.

Está repleto de analistas que creen que la economía norteamericana es relativamente impermeable al alza de tasas de interés y de rendimientos de los bonos, en parte debido a la prevalencia del endeudamiento a tasa fija. Pero el mayor crecimiento y el aumento de las tasas probablemente absorban capital extranjero y hagan subir el dólar. Eso podría convertirse en un potencial viento en contra mucho más fuerte.

Un estudio que en 2015 hizo la Reserva Federal de Nueva York calculó que una apreciación del dólar de 10% en tres meses reduce en aproximadamente 0,5 punto porcentual la tasa de crecimiento en un año, y otro 0,2 punto porcentual el siguiente año si la solidez de la moneda continúa. Además, los investigadores de la Reserva Federal de Nueva York recalcaron que incluso esa estimación no incluye el impacto sobre las inversiones locales por parte de las empresas norteamericanas golpeadas por el dólar más fuerte.

«La mayoría de los tomadores de préstamos estadounidenses no son sensibles a las tasas de interés, siendo que muchos ya fijaron tasas bajas. El mayor impacto será vía el dólar, que golpea la industria manufacturera», advirtió Joachim Fels, el asesor económico global de Pimco.

Recuperar la industria norteamericana y mejorar la balanza comercial son objetivos centrales para los planes de Trump, y queda claro que la administración está preocupada por el daño que pueda causar un dólar más fuerte. El presidente ya cuestionó la eterna política del gobierno estadounidense de al menos expresar su apoyo al dólar «fuerte», pero esta semana fue más allá.

Ayer declaró que la moneda estaba demasiado alta, lo que evita que las empresas norteamericanas compitan con sus rivales chinos. «Nos está matando», afirmó en una entrevista con The Wall Street Journal.

Pero como ejemplo de lo difícil que será para los mercados analizar las políticas y mensajes del gobierno, Steven Mnuchin, candidato de Trump para el cargo de Secretario del Tesoro, luego reiteró la postura más tradicional de «dólar fuerte» en su audiencia de confirmación en el Senado.

La presión verbal probablemente se vuelva más agresiva y frecuente si el dólar sigue trepando, pero es poco probable que la ausencia de una intervención coordinada entre los países más grandes del mundo –algo no inaudito pero improbable dada la retórica de la nueva administración y el deseo de otro países de tener monedas más débiles– tenga un impacto duradero, aseguran los analistas.

«Por lo que se sabe, a Trump le gustaría un dólar más débil y tasas más altas. Pero son las políticas que elija, y no sus preferencias personales, las que determinarán lo que sucede realmente», escribió Kit Juckes, estrategia de Société Générale.

Por supuesto, nadie está convencido de que la suba del dólar vaya a ir mucho más lejos. El índice DXY ya trepó 26% desde mediados de 2014, gracias a la divergencia económica y de tasas de interés entre el país y sus principales pares.

Si bien los analistas no están seguros cuántas de las políticas económicas que pidió el presidente nuevo realmente se implementará, la mayoría concuerda que el dólar probablemente se fortalezca como resultado de ellas.

David Bloom, estratega cambiario jefe de HSBC, cree que la mayor parte de las ganancias del dólar llegarán en el primer semestre del año, «que estará llena de euforia, optimismo y esperanza. En la segunda mitad del año el dólar debería ceder parte de esas ganancias cuando empiece a notarse la burocracia y la realidad economía», predijo.