Ahora, el temor a una corrida bancaria: tras el «súper cepo» hay más pedidos de retiros de dólares por parte de ahorristas

Los días posteriores al súper cepo tuvieron un aumento de pedidos turnos a los bancos para retirar dólares. Las declaraciones de los funcionarios no ayudan

«Aver si por querer arreglar un problema cambiario, no terminamos agregando también un problema bancario», advirtió en los días previos a las recientes medidas cambiarias un economista cercano al Gobierno, que advertía sobre el riesgo de que las restricciones generaran pánico entre los ahorristas.

Ese es uno de los peores temores de la City, dado que una crisis cambiaria puede eventualmente llegar a controlarse, pero una corrida bancaria deriva en un problema social. Y por eso la advertencia en los días previos a la instauración del «super cepo».

Su postura fue desestimada, naturalmente, en aras de la urgencia por preservar las reservas del Banco Central y cortar con la sangría de más de u$s1.000 millones que sufre la entidad bancaria. Sin embargo, los ecos de la advertencia están empezando a sonar en los despachos oficiales y en todas las gerencias de la City financiera.

«No diría que hay desesperación, pero sí preocupación en la clientela, y tuvimos un aumento grande en los pedidos de turnos de gente que quiere retirar los dólares», dijo a iProfesional un ejecutivo de un banco, en declaraciones off the record.

Las 48 horas posteriores al anuncio de las medidas fueron ajetreadas para las entidades financieras, que no solamente deben acondicionar los sistemas para hacerlos compatibles con la nueva regulación sino que, además, deben transmitir señales de calma ante la inquietud del público. Algo que no resulta fácil de hacer en el medio de un virtual feriado bancario en el que se suspenden las operaciones cambiarias.

Lo cierto es que en este momento, el foco de preocupación principal se está desplazando desde la compra de dólares a un nuevo lugar: que no haya un retiro masivo de depósitos dolarizados por parte de ahorristas temerosos de alguna eventual confiscación.

«Los más desconfiados ya se la habían llevado antes, pero quedan los puchitos más chicos, los que compraron en los últimos meses y quieren sacar todo junto, ahí se nota más preocupación», dicen desde otro banco de la City.

En el Gobierno, como suele ocurrir en estos casos, tratan de minimizar la inquietud con frases supuestamente tranquilizadoras, como la del propio Miguel Pesce, que en una entrevista televisiva explicó que no había limitación alguna para los retiros y que, además, la confianza del mercado se veía reflejada en el hecho de que «la caída de los depósitos en dólares cesó, de hecho ha habido un aumento en los últimos meses».

Y Pesce tiene razón: los depósitos bancarios vienen en recuperación, al punto que en agosto –último mes informado por el Banco Central- se registró un incremento nominal de 8% en los plazos fijos en pesos, mientras que en las cuentas en dólares, que habían sufrido un «goteo» al inicio de la cuarentena que las llevó a un mínimo de u$s16.700 millones de produjo una recuperación, hasta el nivel de u$s17.200 millones.

En el Gobierno atribuían esa situación a una recuperación de la confianza, mientras que los economistas preferían dar la explicación de un exceso de liquidez y poco en qué gastar, dado el rigor de la cuarentena. Y no faltaron los expertos que también destacaron la importancia del factor seguridad: ante el incremento de la delincuencia y el temor a «salideras bancarias», los ahorristas preferían dejar intocados sus ahorros al no percibir un riesgo sistémico de corto plazo.

El reflejo condicionado de los ahorristas

Pero como todos saben en Argentina, hay ciertos factores que inmediatamente ponen en alerta a los siempre susceptibles ahorristas: uno es el ruido de medidas regulatorias, y el otro es el propio hecho de que los funcionarios salgan a hacer declaraciones «tranquilizadoras».

A esta altura, las estrategias de comunicación recomiendan evitar toda referencia a la solvencia del sistema, dado que siempre existe el riesgo de que se genere la reacción opuesta a la buscada.

La memoria histórica lleva a que de inmediato se activen los reflejos defensivos ante el recuerdo de confiscaciones. Y no por casualidad, las redes sociales se transformaron en las últimas horas en un hervidero de rumores en los que no faltó la palabra «corralito».

De manera que los expertos, al analizar las consecuencias de las medidas cambiarias, incluyeron la probabilidad de nerviosismo en el público.

«Hay que volver a monitorear la dinámica de los depósitos», advierte Marina Dal Poggetto, directora de Eco Go, luego de observar que las medidas tienen, entre sus principales costos de corto plazo, una caída de 5% en los bonos soberanos, una de 9% en los corporativos y una disparada del dólar blue.

A juzgar por los antecedentes históricos, una caída de depósitos sería algo esperable. Cuando a fines de 2011 se instauró el primer cepo, inmediatamente después de la reelección de Cristina Kirchner, la primera reacción fue la inmediata salida de casi u$s3.000 millones del sistema. Al momento de la elección, había depósitos por casi u$s15.000 millones, que cayeron hasta un mínimo de u$s 6.000 millones en 2013.

Por cierto que no solamente las regulaciones o medidas restrictivas llevan nerviosismo. También la volatilidad, aunque sea un entorno de libre mercado, generan las reacciones defensivas. Lo sabe bien Mauricio Macri, que en 2018, cuando se produjo la primera turbulencia financiera vio cómo volvían las colas de ahorristas nerviosos a los bancos.

Y luego, en el 2019 electoral, vio esfumarse u$s10.000 millones –un 36% del total- que salieron de los bancos luego de las PASO, en medio de una fuerte incertidumbre sobre el futuro político del país.

Ahora, la advertencia de los expertos es que, lejos de ahuyentar los temores, el nuevo cepo profundizará el temor de los ahorristas sobre una ruptura. Así lo pronostica un informe de Eduardo Fracchia, director del IAE (Universidad Austral): «El Gobierno seguirá en el laberinto cambiario y no lo podrá resolver hasta que haya un punto de inflexión en la confianza de los agentes. La pulseada la están perdiendo; sin cambios muy sensibles en la orientación política y económica, esta administración está condenada a repetir los años 80 de alta inflación y permanentes devaluaciones».

La frase de Alberto y el efecto boomerang

Es cierto que ahora hay motivos para pensar que se puede evitar una corrida bancaria. El principal es alto nivel de liquidez de los bancos, algo que los diferencia de crisis históricas comola que derivó en el corralito del 2001.

El último informe del Banco Central refiere que la liquidez de 65% para las colocaciones en pesos y de 74,4% para los de dólares, implica niveles «históricamente altos». En el caso de las cuentas dolarizadas, el fenómeno obedeció al hecho de que los préstamos en moneda extranjera viene en caída, mientras que los depósitos –al calor de la cuota de u$s200 por persona- no dejaba de subir.

Esta situación fue destacada por las principales consultoras y firmas de inversión de la City. «Los bancos están súper preparados» dice un informe de Grupo SBS, que grafica cómo en un año el nivel de liquidez en dólares subió casi 25 puntos.

El otro motivo que podría llevar tranquilidad al mercado es que la propia dimensión modesta de los depósitos en dólares hace que sea poco probable una medida de índole confiscatoria: supondría un alto costo político para el Gobierno mientras que le reportaría apenas un alivio de corto plazo.

Sin embargo, también hay otros factores que juegan en favor del nerviosismo de los ahorristas. Y el principal es de tipo político: el anuncio de las medidas fue algo desprolijo, y llegó en medio de declaraciones contradictorias de los funcionarios. El propio ministro de economía, Martín Guzmán, que hacía algunas semanas había desmentido al mismísimo Alberto Fernández sobre que fuera a haber cambios drásticos en la política cambiaria, dio una entrevista al diario La Nación el domingo pasado, en un intento por transmitir tranquilidad y generar un quiebre positivo de las expectativas.

El hecho de que apenas dos días más tarde –y en la misma jornada en la que se presentaba un proyecto de presupuesto con una meta de recorte fiscal- se haya tomado medidas que, en su esencia, contradice lo asegurado por el ministro, puso una nota de duda sobre la estabilidad financiera.

Y, como condimento del clima enrarecido, no ayudó la muy comentada frase del Presidente: «Los dólares hacen falta para producir, no para guardar».

Las declaraciones del Presidente respecto de que los dólares no deben ser usados para el ahorro contribuyeron al nerviosismo del mercado

La justificación por parte de Alberto Fernández, en el sentido de que la lógica económica que aplica el Gobierno «quiere que el dólar deje de ser un mecanismo de especulación, una variable para que algunos acumulen» fue muy fustigada por parte de analistas. Que, desde ya, interpretaron esa frase como un factor de exacerbación del nerviosismo por parte de los depositantes.

«Las autoridades están abocadas a culpabilizar las reacciones sociales que así generan: la «fuga», en vez de una reacción lógica ante una política irresponsable y destructiva, es presentada como una perversión social, un acto de traición a la patria; el dólar ‘libre’ es ‘el de los delincuentes’, acaba de Miguel Pesce, y el ahorro es un privilegio de tontos, según se infiere del último discurso del presidente», escribió en su columna Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.

Por su parte, Diana Mondino, docente de la Ucema, argumenta sobre la reacción de los depositantes como una respuesta lógica a las señales del Gobierno: «Es posible que haya quien piense que comprar dólares era especulación. Es posible que haya quien crea que el Estado tiene más derecho a los dólares que los ciudadanos. Lo que no puedo creer es que haya quien crea que se puede modificar abruptamente un precio de la economía sin que tenga consecuencias».

Ese fue el tono general de las advertencias por parte de muchos economistas que ven venir una reacción asustada por parte de los ahorristas. Pero la cosa no termina ahí, porque también hay inquietud en el sentido de que la disminución de los depósitos venga no solamente por parte del «chiquitaje» sino también del sector corporativo.

Ocurre que el límite de 40% a la provisión de dólares para la cancelación de deudas podría determinar que las empresas con vencimientos más urgentes deban echar mano a los propios depósitos. Según recordó Ricardo Delgado, director de Analytica, antes de fin de año vencerán unos u$s3.300 millones, de los cuales u$s800 millones corresponden a Obligaciones Negociables.

En cualquier caso, ya sea que la caída de depósitos en dólares venga por parte de los pequeños ahorristas o de las empresas, habrá un efecto inexorable: será un número que se reste a las castigadas reservas del Banco Central. Y, en consecuencia, un motivo adicional para la incertidumbre.

Mientras tanto, los funcionarios agregan un motivo adicional de preocupación: ahora deben poner la lupa en el monitoreo a la hipersensibilidad de los ahorristas argentinos.