El atraso cambiario hace crecer el problema de competitividad . El dólar subió más en la región que en la Argentina .

En lo que va de noviembre el tipo de cambio real multilateral (TCRM) estimado por el BCRA acumula una apreciación del 3,1% (1,8% desde las elecciones en EE.UU.), tras haber aumentado un 2,1% en octubre. En este caso, el efecto no fue causado por la estabilidad de la divisa, sino porque el aumento que se produjo en los países que mantienen relaciones comerciales con la Argentina (especialmente Brasil, pero también México y la eurozona) fue todavía mayor que el registrado a nivel local.

Un informe elaborado por Econviews, que dirige el economista Miguel Kiguel, señaló que «el triunfo de Trump no logró interrumpir la tendencia a la apreciación real que viene mostrando el peso desde que el blanqueo cobró impulso en octubre». Desde el levantamiento del cepo, agrega el trabajo, se acumula una apreciación real del 14%. La moneda argentina se había depreciado más de 7% luego del «brexit» en agosto, pero ahora se aprecia un 1,8% desde las elecciones en Estados Unidos.

De hecho, el impacto de la decisión adoptada por Gran Bretaña de separarse de la eurozona había generado un ajuste cambiario mucho más importante en un corto plazo, llevando al dólar en la Argentina prácticamente desde $14 a niveles cercanos a $15,50. Ahora, sin embargo, el movimiento fue mucho menos marcado que en esa ocasión, posiblemente producto de dos factores: las divisas que ingresaron al país por las últimas emisiones de deuda (nacional, provincial y corporativa), pero también por el ingreso derivado del blanqueo.

El resultado es que la caída del peso frente al dólar en las últimas jornadas fue bastante menor a la que sufrieron el peso mexicano y el real brasileño. Contra la moneda brasileña, la apreciación llega al 6% en lo que va del mes, por citar el ejemplo más contundente, tratándose del principal socio comercial de la Argentina.

Esto significa que si el atraso cambiario era, hasta ahora, un problema, ahora lo será aún más y el desafío será aún mayor. En ese marco también hay que analizar la decisión reciente del Banco Central, de bajar medio punto la tasa de interés de referencia de la economía, para intentar que el dólar no siguiera cayendo (había tocado los $14,95 en la cotización mayorista hace un par de semanas). Si bien otros interpretan, no sin razón, que esa reducción adicional de tasas inesperada por buena parte del mercado puede estar relacionada con la necesidad de revivir una economía que no termina de reaccionar.

Las tasas de interés más bajas hacen menos atractivo el negocio en pesos y reduce la rentabilidad de la «bicicleta» financiera de posicionarse en pesos para aprovechar los altos rendimientos. En la medida en que el dólar está planchado o con tendencia hacia la baja esa tendencia aumenta.

El índice dólar, que mide la evolución de la moneda norteamericana con una canasta de emergentes, alcanzó su mayor nivel en los últimos 14 años. Pero a diferencia del último episodio de «súper dólar» en la década de 1990, ahora hay tipo de cambio flotante, por lo que el Gobierno tiene mayor margen de acción para reducir los efectos de esa apreciación cambiaria.

El atraso del tipo de cambio lleva a una menor capacidad exportadora y, como contrapartida, más facilidades para importar. El problema es que la industria queda fuera de mercado y hay menos incentivo para invertir.