La competitividad cambiaria regresó a los mismos niveles de comienzos de 2014, cuando el mercado le ganara la pulseada a Kicillof. El debilitamiento del real brasileño juega en contra de la estrategia macrista. La clave: contener los precios para que el «colchón» no se diluya rápidamente

En su estrategia tipo shock -que incluyó desarme del cepo, salto del dólar y liberación de las trabas para importar y exportar-, el equipo de Mauricio Macri apostó a una variable intangible pero clave: el cambio de humor.
El nuevo Gobierno es consciente de que, sin confianza y sin un viraje de las expectativas, le será difícil recolectar los billetes verdes necesarios para reforzar las reservas y tener un resto para alentar una recuperación de la economía a través de un aumento de las compras al mundo de insumos y bienes de capital.
Por lo pronto, en el Palacio de Hacienda confían en que las nuevas señales, sumadas al conjunto de medidas tomadas en los últimos días, serán suficientes como para propiciar un boom de liquidación de “sojadólares”.
Y las primeras reacciones parecen demostrarlo: el último mes, las cerealeras venían ingresado divisas a la plaza doméstica a un ritmo de u$s19 millones diarios, en promedio. Pero ya en la última semana -mejora del tipo de cambio y reducción de retenciones mediante-, la liquidación trepó hasta los casi u$s100 millones por jornada.
Esta cifra no sólo pasó a ser cinco veces más elevada sino que desde julio el mercado no asistía a un aluvión de dólares tan alto. Claro que el Gobierno aspira a lograr mucho más: hacia mediados de enero espera haber recolectado unos u$s6.000 millones del agro, lo que marcaría un récord para esa época del año.
Pero el creciente dinamismo que está experimentando el campo contrasta con la muy lenta recuperación que se prevé para las exportaciones del «Made in Argentina».
En el comercio internacional, hay una regla básica que grafica los diferentes andariveles por los cuales se mueven campo e industria: un embarque de soja se vende levantando un teléfono. Un cargamento de autos, en cambio, requiere del alineamiento de variables mucho más complejas.
Dos de los componentes básicos son el valor de la moneda en comparación con la de los socios comerciales -descontando inflación- y el nivel de demanda por parte de los mercados internacionales.
¿Alcanza con el “nuevo dólar”?
Con el desarme del cepo y la supresión de las retenciones a las exportaciones de bienes industriales hay consenso generalizado de que la administración macrista tomó un camino correcto para darle nuevo impulso al “Made in Argentina”.
Reglas de juego claras, eliminación de restricciones para importar, menor presión tributaria y un dólar más competitivo eran algunos de los tantos puntos que conformaban la “agenda industrial” con la que gran parte del arco empresario había insistido, sin éxito, frente a un Gobierno kirchnerista que utilizó el atraso del dólar como ancla de la inflación.
Tras la apertura del cepo y la implementación de una política de “flotación sucia”, los sectores productivos se ilusionaban con una fuerte recomposición de la competitividad cambiaria.
Sin embargo, con un billete verde lejos de los $15 y ahora moviéndose en torno a los $13, la gran pregunta que ellos se hacen es si la administración macrista no se quedó «algo corta» con el salto de la divisa.
Desde el gremio de los economistas optan por dar una respuesta simple pero muy gráfica: la ecuación mejoró, pero se está muy lejos del impacto que tuvieron otras devaluaciones, como la que se dio tras la salida de la crisis del 2001.
Según un relevamiento de la Consultora Ledesma, el tipo de cambio real con respecto al dólar pasó de una relación de $0,97 (equiparable a los niveles del último tramo del 1 a 1) a una de $1,28 por billete verde. Es decir que la mejora cambiaria, descontando inflación, fue del 31%.
Esta tasa de variación, que a primera vista luce holgada, se desdibuja si se considera que se ubica prácticamente en el mismo nivel que el registrado durante el primer trimestre de 2014, luego de que el entonces ministro de Economia, Axel Kicillof, le soltara un poco las riendas al billete verde.
Además, pese a la devaluación, la relación peso-dólar en términos reales se sigue moviendo por debajo del promedio de los últimos trece años, que arroja una referencia de $1,52 por divisa.
El siguiente cuadro permite observar cómo el impacto de la devaluación no recompuso la competitividad mucho más allá de la de 2014:

Si el comparativo se traza con la canasta de monedas de los países con los que comercia la Argentina, la situación es calcada: el salto devaluatorio de hace unos días apenas alcanzó para mejorar la competitividad cambiaria.
En términos prácticos, la hizo regresar a niveles similares a los del primer trimestre del año pasado (ver cuadro), una mejora que al kirchnerismo se le terminó evaporando en el término de 9 meses por el efecto inflacionario.

“A nivel cambiario, las condiciones para exportar son mucho mejores que las que había hasta hace un par de semanas, pero seguimos estando muy por debajo del promedio de la última década. La competitividad con el resto de los países que nos compran es comparable a cuando devaluó Kicillof”, afirmó Gabriel Caamaño Gómez, analista del estudio Ledesma.
Según el experto, “la medida tomada por el macrismo fue muy positiva porque se le devolvió algo de rentabilidad a sectores que estaban muy complicados. Pero el Gobierno no tiene tanto margen como para dejar atrasar el tipo de cambio. No hay espacio para una reducción gradual de la alta tasa de inflación local. Si no logran controlarla rápido, en el término de un año habrá desaparecido gran parte de ese colchón”.
Luciano Cohan, economista de la consultora Elypsis, coincidió en que “la competitividad cambiaria hoy es equiparable a la del final del primer trimestre de 2014”.
“No soy muy optimista respecto de que pueda haber una fuerte reacción de las exportaciones industriales en el corto plazo. Con una cotización cercana a los $13 no podemos hablar de una mejora sustancial. Sí podrá ayudar para solucionar algunas crisis sectoriales puntuales, pero no esperamos que esto repercuta en un salto de las ventas al mundo. A lo sumo, las exportaciones dejarán de caer”, apuntó Cohan.
En 2014, pese al salto del dólar propiciado por la administración K, los envíos al mundo de productos industriales terminaron cayendo un 15% respecto de 2013, mientras que las ventas totales culminaron todos los meses con tasas de variación negativas.
¿La razón? Básicamente porque Brasil entró en crisis y la mayor competitividad cambiaria no logró compensar esa menor demanda.
Con respecto a la relación cambiaria con el mayor socio comercial, las últimas noticias tampoco son alentadoras: el debilitamiento del real que tuvo lugar durante los últimos días limó gran parte de la ganancia lograda tras la devaluación.
La relación hoy es de $0,85 por cada real –descontando inflación-. Esto implica que, pese al salto del billete verde propiciado por el macrismo, la competitividad con Brasil es un 50% más desventajosa que a fines de 2011, ubicándose además bastante por debajo del promedio de la última década .

“El efecto devaluatorio en el plano local se terminó diluyendo en gran medida porque el real brasileño se depreció mucho más frente al dólar”, acotó Caamaño Gómez, quien advirtió que dado que hay una gran brecha inflacionaria entre la Argentina y el país vecino, hay un alto riesgo de que la competitividad cambiaria se termine erosionando en los próximos meses.
Agro, mejor posicionado que la industria
Desde la consultora Economía & Regiones destacaron que, si se considera la mejora conjunta de la quita de retenciones y del salto del tipo de cambio, la competitividad de los productos agropecuarios experimentó una mejora promedio cercana al 60%.
Los más beneficiados pasaron a ser el girasol (con un salto de la competitividad precio del 100%), el trigo (+85%), y el maíz (+79%), mientras que la mejora en el caso de la soja se acercó al 50%.
Paralelamente, la carne argentina pasó a ser cerca de un 60% más competitiva que antes de la devaluación.
Frente a este cuadro, para los expertos es de esperar una marcada recuperación en la superficie implantada -luego de la última campaña en la que se redujo fuertemente el área sembrada-, especialmente en el caso del girasol y de los cereales.
En el caso de la carne, si bien la exportación pasó a ser más rentable para los frigoríficos, hay que considerar que el ciclo del negocio requiere de tiempos más largos que para los cultivos. Así las cosas, desde la Cámara de la Industria de la Carne (CICCRA) afirmaron a iProfesional que para esperar un verdadero salto exportador habrá que esperar cerca de un año.
Según E&R, el sinceramiento cambiario también «impactó positivamente sobre las economías regionales» de todo el país.
Si a esto se le suma la quita de retenciones, entonces esto las dejó «con un amplio margen de competitividad precio».
Entre los productos más beneficiados figuran algodón, tabaco y peras, con un salto cercano al 60%. También fue importante la mejora que experimentaron otros alimentos y bebidas como yerba, maní, naranjas y vinos, con una recuperación del 50%.
Demanda externa, variable en contra para la industria

Todas las miradas hoy se posan en Brasil no sólo por el debilitamiento del real frente al dólar. El gigante sudamericano padece además una lapidaria visión sobre su economía, con una proyección de caída del PBI del 3,7% para este año.
En diálogo con iProfesional, Diego Coatz, economista jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), fue categórico al afirmar que “si Brasil sigue en recesión y no se recupera, entonces va a ser muy difícil esperar un salto o un crecimiento de nuestras exportaciones industriales».
«Sólo si el país vecino se estabiliza habrá algo de espacio para que los envíos dejen de caer y se recuperen algunos sectores, pero esto ya pensando en la segunda parte de 2016”, agregó.
Las empresas argentinas desde hace largo tiempo vienen sintiendo en carne propia el derrumbe de la economía brasileña. De hecho, las ventas hacia ese destino acumulan 23 meses consecutivos con tasas negativas, lo que disparó el déficit bilateral hasta los u$s2.250 millones.
Para Coatz, la quita de retenciones a los productos manufacturados, del orden del 5%, “fue importante porque mejoró la competitividad que no está vinculada con el precio. Pero hay que esperar a que se levante Brasil y aumente la demanda en la región para poder hablar de un salto de nuestras exportaciones”.
Sobre este punto, el vocero de una de las cuatro automotrices más grandes de la Argentina fue contundente al afirmar que “en este momento nos está pesando más la crisis brasileña que la mejora que tuvimos con el tipo de cambio”.
Cabe destacar que las exportaciones de autos representan entre el 35% y el 40% de los envíos totales del sector industrial argentino.
Brasil es el principal mercado, dado que adquiere 8 de cada 10 vehículos vendidos al exterior, además del 60% de las autopartes.
El problema es que, según Anfavea, la cámara que nuclea a las terminales del país vecino, el año va a culminar con patentamientos por 2,5 millones de unidades, un 27% menos que el año pasado. Además, Luiz Moan, presidente de la poderosa entidad fabril, anticipó que “2016 tampoco va a ser un año fácil”.
“Es cierto, somos más competitivos que hace apenas una semana y tenemos más previsibilidad para importar. Eso es muy positivo. Pero la fuerte retracción de la demanda externa hoy es la preocupación más importante. Brasil está complicadísimo, volvió a devaluar y tiene problemas de demanda. En estos momentos no podemos pensar en que vayamos a vender más”, agregó el directivo de la automotriz.
En una línea similar, Patricio Vimberg, economista del IERAL, afirmó que «si bien el levantamiento de las restricciones permite recuperar parte de la rentabilidad, el sector industrial «se enfrenta a un panorama menos optimista».
Es que Brasil, destino de 46% de las exportaciones de manufacturas argentinas, continúa en recesión y sin perspectivas ciertas de salida.
Desde el IERAL sacan una cuenta por demás inquietante: por cada punto que varía la producción industrial brasileña, los envíos de bienes nacionales se mueven tres puntos.
Y como para 2016 se prevé una contracción del 3,5% en el ritmo de actividad del país vecino, el veredicto es claro: las exportaciones argentinas de manufacturas van a caer.
Exportar más no es magia
Desde el Estudio Ledesma señalaron que el actual equilibrio económico de corto plazo es mejor que el que había en el contexto del cepo. Pero advierten que sigue sin ser sustentable de cara al mediano-largo plazo. Si bien se eliminaron una serie de restricciones, no se solucionó el problema de fondo.
«Para lograr equilibrar las variables no se requiere de magia. Lo que hay que hacer es cerrar el agujero fiscal y relevar al BCRA de su papel de fuente financiera del Tesoro Nacional», afirmó Caamaño Gómez.
Por su parte, Coatz, de la UIA, advirtió que para que la competitividad de las empresas se consolide, también se deberán resolver otros temas como el acceso al financiamiento, especialmente en un contexto de suba de tasas.
«Los tipos de interés elevados son una herramienta para contener la inflación pero hay que evitar que esto afecte a las líneas de crédito para el sector productivo. Es necesario que haya financiamiento accesible para las Pymes y para cualquier empresa que quiera dar un salto exportador», agregó.
Tal como está planteado el panorama cambiario, el campo y algunas economías regionales se preparan para ser los «proveedores» de dólares que tanto necesita la economía.
La gran pregunta es si, con el salto que experimentó la divisa estadounidense en el inicio de la gestión macrista será suficiente para activar al «Made in Argentina» o si, por el contrario, el Gobierno se quedó «corto» y habrá que darle otro empujón al dólar en poco tiempo.

Con un tipo de cambio cercano a los $13, son más los economistas e industriales que se vuelcan por esta última opción.