La cantidad de fábricas que cruzaron la frontera hacia Paraguay se ha triplicado debido a los menores impuestos que pagan y a la mano de obra y energía más baratas

Aldo Benítez brilla de orgullo mientras muestra su máquina nueva, cuyo láser lanza chispas mientras avanza y retrocede rápidamente cortando líneas y agujeros en una lámina de metal que pronto se convertirá en la atractiva cubierta de una tira de luz LED. «Sólo hay tres de estas máquinas en toda América del Sur», cuenta Benítez, presidente de Koumei, una fábrica brasileña que fabrica luces LED en las afueras de Ciudad del Este en Paraguay.

Algo como esto habría sido impensable hace sólo unos años. La dura y pobre ciudad fronteriza de Ciudad del Este ha sido durante mucho tiempo conocida como la «capital de contrabando» de Sudamérica, y al igual que el resto de Paraguay carecía casi totalmente de un sector industrial.

Pero Paraguay está cultivando un imagen de la «China de América Latina», dado que un creciente número de empresas brasileñas está cruzando la frontera para aprovechar sus costos de producción muy inferiores, desde los impuestos hasta la mano de obra y la energía.

Desde que la economía brasileña cayó en la peor recesión de su historia hace tres años, la cantidad de fábricas que cruzaron la frontera y abrieron sus puertas en Paraguay casi se ha triplicado, mientras las auténticas etiquetas «Hecho en Paraguay» empiezan a proliferar.

Marco Cubas, que dirige la fábrica Estrela de Ciudad del Este, la fábrica de juguetes más grande de Brasil, explicó que a los empleadores los trabajadores les cuestan menos de la mitad que en Brasil, mientras que los sindicatos apenas existen.

Inaugurada en marzo para reemplazar las operaciones recién cerradas en China, el traslado de Estrela es testimonio del hecho de que –al menos para las empresas brasileñas– Paraguay se está volviendo tan competitivo como China.

Justo cuando la recesión en Brasil obligó a las compañías a reevaluar sus modelos de negocios que dejaron de ser rentables por los altos costos de Brasil, también condujo a un derrumbe de la demanda de mercaderías importadas y falsificadas, las cuales se les venden principalmente a los brasileños. Casi 12.000 empleados están ahora en el sector de la «maquila»‘ de Paraguay que se rige por una ley de 1997 que brinda exenciones impositivas a las compañías extranjeras que establezcan operaciones industriales en este país, con el objetivo de convertirlo para Brasil en lo que México es para Estados Unidos.

La mayoría de los empleos han sido creados desde la llegada del gobierno pro-negocios de Horacio Cartes en 2013, que dio un nuevo impulso a la industrialización de la economía de Paraguay, que es principalmente agrícola. Cerca del 80% de las más de 130 empresas que operan bajo la ley de maquila son propiedad de Brasil.

Este auge de la manufactura ha encabezado el crecimiento económico excepcional que ha registrado Paraguay –un promedio de alrededor de 4,5% por año en la década pasada– pese a las graves recesiones en Brasil y Argentina.

No hay signos de que este interés por parte de las empresas esté mermando, a pesar de las recientes imágenes del congreso de Paraguay en llamas después de que fuera atacado por los opositores de Cartes, que protestaban contra su intento de enmendar la constitución para poder buscar la reelección cuando termine su mandato el próximo año.

Por ahora, las exportaciones de maquila de Paraguay por u$s 314 millones de 2016, que se concentraron en Ciudad del Este, representan una parte relativamente pequeña de la economía de u$s 30.000 millones.

Pero ya Ciudad del Este no se considera simplemente como un centro de contrabando y finanzas ilícitas, debido a su ubicación estratégica en la zona de la triple frontera compartida con los países vecinos más ricos de Paraguay. «Existe la idea de que todos éramos contrabandistas. Hoy los extranjeros nos ven diferente», dijo un funcionario local.

«Hemos iniciado un proceso que hace unos años era sólo un sueño», contó Fidelino Díaz, presidente de la cámara de comercio de Ciudad del Este, que tiene esperanzas de que eventualmente los paraguayos reemplacen a las compañías extranjeras cuando obtengan los conocimientos necesarios. «En 10 años, Paraguay será un país diferente».