El refugio en el dólar barato refleja el temor de los clientes bancarios a que un revés en la economía los sorprenda con sus ahorros inmovilizados

Ni el dólar planchado, ni las expectativas de inflación a la baja parecen poder terminar con un problema sistémico que sufre la Argentina desde hace décadas: el pensamiento cortoplacista de los ahorristas, que los lleva a guardar su dinero por poco tiempo en el banco, y que fuerza a las entidades financieras a dar poco crédito, con escasa duración y a altos costos.

Este mal endémico se exacerba según una última radiografía de los depósitos del sistema financiero que mostró el Banco Central: los ahorros a 30 días crecieron en $30.000 millones desde mayo hasta hoy; mientras que los que son a más de 60 días se mantuvieron prácticamente constantes. Por este efecto, hoy ya dos de cada tres pesos que los argentinos tienen guardados en el banco están colocados con un horizonte de apenas un mes de plazo.

El fenómeno no es nuevo. Pero, sí, refleja que persiste el temor de los clientes bancarios a que un revés en la economía los sorprenda con sus ahorros inmovilizados. Y a la vez: un triste retroceso en la situación de los depósitos, después de la mejora incipiente que se había visto en el primer cuatrimestre del año, cuando los plazos fijos a más de 60 días habían tomado impulso, al pasar de ser el 34% al 38% del total. El comportamiento más reciente de los ahorristas los hizo retraerse, otra vez, al 35% del total.

En los bancos reconocen que la raíz del problema está en las bajas tasas que ellos pagan para los plazos más largos. La menor inflación que perciben hacia adelante los lleva a ofrecer -de la misma manera que lo hace el Banco Central- menores retornos en las alternativas de mayor extensión (con lo que se da lo que en el sector identifican como una «curva invertida», o con pendiente negativa). Esto explicó que el alargamiento de los plazos fijos, que había empezado a notarse en los comienzos de la nueva gestión, se evaporara una vez que el Central inició con más decisión la baja de tasas de interés, y que el mercado interpretó que la época de altos retornos se había terminado para siempre.

Expectativas y dólar barato

A esto se le suma el hecho de que, ahora, la expectativa de devaluación que tiene buena parte del mercado es diferente de la que tenía en los primeros meses del año: muchos argentinos (especialmente minoristas) están convencidos de que el dólar está barato por haber quedado demasiado rezagado frente al resto de los precios (en una economía con inflación del 42% anual); y de que, tarde o temprano, el Central deberá esforzarse por levantarlo para evitar que la Argentina pierda competitividad.

El diagnóstico era completamente opuesto en los primeros meses del año, cuando el frente cambiario se había tranquilizado por una devaluación reciente del 50%, el levantamiento del cepo cambiario y el regreso a los mercados por el pago a los holdouts. Los clientes creían entonces pagar un costo de oportunidad si optaban por estar en dólares. Y no sólo preferían mantener su dinero en pesos, sino que también buscaban aprovechar por el mayor tiempo posible las buenas tasas de interés que promovía el Banco Central.

Ahora, la visión del mercado cambió. Si bien no hay un consenso completo sobre el «atraso cambiario», en los bancos ya se ve una incipiente compra de billetes (15% más en mayo y 18% más en junio) y un crecimiento de los depósitos en moneda extranjera (17% desde mayo). Reflejo, si no de todos, de la expectativa de muchos.